martes, 30 de noviembre de 2010

Cronica de una muerte anunciada

Durante los años que llevo como periodista y escritora he recorrido todo el mundo conociendo varias historias y anécdotas que recolecto para mi libro “historias de mi valija”
Conocí historias de vida como la de una niña que falleció en un accidente y volvió a la vida tres días mas tarde,  en su último día de duelo; o como la trágica historia de un pueblo que a los cien años de haber empezado a crecer desapareció sin dejar rastros ni sobrevivientes.
Pero la historia que me llevo a publicar este fragmento, ha sido una de la mas terribles que conocí. Sucedió en Aracataca, Colombia.
Cuando llegue a Colombia en avión tuve que tomar un taxi para llegar a una estación de ómnibus, no tenia bien en claro cual seria mi destino, entonces me senté para que mi destino me recoja y me lleve adonde quiera.  Una mujer que estaba sentada a mi derecha hablaba sola, muchos decían que estaba loca por haber perdido al único hombre que amó en toda su vida, yo decidí escucharla. Masticaba semillas de cardamina y hablo sobre su familia, “Mi familia que no es familia”, dijo. Después de tanto escucharla le dije que quería viajar adonde ella había sufrido tantos años “Aracataca”, ella levanto los hombros y dijo: -Si quieres… no serás la primera, no te perderás, el bus que te llevara saldrá a las 15.30, es la línea 41, llegaras allí por la mañana, alrededor de las 4.45. Pero a quien buscas ya no vive allí, “la vergüenza la corrió”, tendrás que esperar media hora para poder tomar el bus que te llevará a destino: Riohacha-.
Me hablaba sin mirarme y sin embargo le creí, se veía desvalida, solitaria y triste, su amor, su único hijo, y su mayor sufrimiento, había sido asesinado hacia mas de un cuarto de siglo. Mire mi reloj eran las 14.23, decidí entonces relajarme y esperar. Fue cuando me dijo que debía marcharse, la detuve y le pedí que antes me dijera quien era la persona que me conto tal historia, fue allí cuando me miro por primera vez a los ojos y con hilo de voz dijo: -soy Placida Linero, pero no digas que me has visto en estas fachas-, beso mi frente y deseándome suerte se marcho. Ni siquiera alcance a agradecerle.
Cuando llegue a Aracataca decidí esperar en el único bar abierto a esas horas, allí encontré a un borracho que alimento aun mas mis ansias, contando lo que el conocía sobre los hechos.
Preguntando o sin preguntar, llegue al fin adonde estaba ella, Ángela Vicario, “la virgen que no era virgen, la esposa que no fue esposa”. Estando frente a ella sentí algo que no debía sentir, pero no se que fue, no podía empezar a hablar y ese silencio eterno que nos separaba se esfumo cuando ella después de mirarme por completo dijo: -Déjame adivinar, eres una periodista que busca publicar mi historia o parte de ella; o eres una escritora que pretende “engordar” un poco mas una historia ya resuelta!-.
No sabia que decirle y creo que sintió mi nerviosismo, entonces me invito a pasar, me sirvió un café y luego me dijo: -¿Empezaras?-. Fue ahí cuando reaccione y conteste diciendo: -¿Te molesta si enciendo mi grabadora?-. Me dio a entender con la cabeza que no le molestaba que grabara la conversación. No le di tantas explicaciones, ella sabia bien quien era yo o al menos que hacia ahí.

Fue entonces cuando comencé mi entrevista:
-¿recuerdas claramente la mañana de aquel lunes? Muchos dicen que llovía, otros que había sol, ¿Qué puedes decirme acerca de lo que recuerdas?
-Solo se lo que me dijeron-contestó-, lo mismo que vos, mis hermanas me dijeron que cuando mataron a Santiago estaba el sol ardiendo como si fuese verano al medio día, mis hermanos, “los gemelos”  me dijeron en reiteradas ocasiones que debía dejar mi ingenuidad como parte del pasado, que no hiciera ese tipo de preguntas, por que ese día, o al menos esa mañana, solo pensaban en el honor de la familia. Yo de ese día recuerdo el bullicio lejano que se sentía en el pueblo, recuerdo los golpes de mi madre y recuerdo que por más sol ardiente que hubiera a partir de entonces todo seria gris para mí.
-¿Por qué tus hermanos hacen publica la noticia de que matarían a Santiago Nasar, o por que crees que fueron de Clotilde Armenta sabiendo que por allí pasaría medio mundo, menos Santiago?
-Se dice por ahí que esperaban que alguien lo impidiese, pero se como son mis hermanos o al menos como lo eran hasta entonces, no los puedo justificar diciendo que eran impulsivos, aunque así lo fuesen, pero Santiago era su amigo de la primaria y además quien deshonro a la familia Vicario. Ellos declararon que fueron de Clotilde porque era el único lugar abierto, yo se que fueron allí por que es el típico lugar donde todo se sabe.- Al oírla sentí que aun no sabia en que lugar estaba, sentí, por momentos que volvía a ser la misma niña de antes.
-¿Qué sentiste cuando supiste que tus hermanos ya habían matado a Santiago Nasar?
-Fue mi madre quien me dio la noticia. En ese momento sentí como el honor volvía a se honor, sentí que un peso de mi alma ya no estaba pesándome, sentí alivio, además porque pensé que ahora que la familia recuperaba el honor mi madre dejaría de pegarme, pero no fue así, del mismo modo como lo hizo ese día, lo hizo con mas intensidad durante mas de diez años.
-Se sabe que la relación con tu madre cambio mucho, pero, ¿Cuáles fueron esos cambios realmente?
Simple, del mismo modo que me golpeo Bayardo San Román esa madrugada, me golpeo mi madre, ya era tan rutinario que se me había hecho costumbre, ya era tanta la costumbre que sabia en el momento que llegaría el próximo golpe… la rabia que descargaba en mi era tal que al fin de cuentas sus golpes ya no me dolían… ya todo era normal-. Vi en ella una tristeza oculta detrás de una gran sonrisa.
-¿Qué sientes hoy por tu madre?
-podría decirte que solo siento rencor, mucho rencor, pero ese mismo rencor ese mismo odio que sentía me recordaba a Bayardo San Román, cada golpe que ella me daba hacia que lo extrañara mas y mas, y de este modo me di cuenta de lo mucho que me importaba realmente. Entonces si te digo que siento odio por mi madre, te estaría diciendo  que odio a Bayardo. Si bien hoy tengo en claro mi sentimientos hacia él, aun no se como mirar a mi madre sin sentir algo de rencor, ¿se entiende?- pregunto sonriendo.
Yo también sonreí aunque la vi confundida; estaba llegando a su quinta década de vida pero parecía mucho mas, la contemple en cada una de sus respuestas, se veía solitaria a pesar de estar con su gran amor. – ¿Qué paso luego del regreso de Bayardo San Román?-pregunte luego de una pausa.
-Hicimos nuestra vida normal, como todos los recién casados, con la única diferencia que nosotros ya estábamos consumidos por el paso de los años. Estuvimos diez meses en vela, cada noche que nos acostábamos, nos abrazábamos y llorábamos como niños hasta que salía el sol y nos dormíamos al fin, cansados, exhaustos por el llanto y la rabia de no poder hacer aquello que debíamos o que queríamos para calmar la sed. Así estuvimos diez largos meses hasta que por fin se dio. Recuperamos el sueño y desde entonces todo es muy normal.
-¿Te molestaría contarme sobre esa noche?
Sonrió y en confianza contesto: -¿Por que ha de molestarme? Si fue la mejor noche de mi vida, sentí dolor, no estaba muy segura que clase de dolor; sentí pasión, una pasión confundida con tantos otros sentimientos; sentí rabia por haber tenido que esperar tanto, pero este sentimiento no tardo en desaparecer, por momentos me sentí sola y despavorida y en otros momentos sentí que no había otro hombre como Bayardo que me hiciera tan feliz tanto esa noche de junio como todas las noches siguientes.
-Mas allá de que no querías tener ningún vinculo con Bayardo San Román, ¿Qué pensabas de el antes de que sea tu esposo?
-¡caramba!- exclamo, largo una fuerte carcajada y continuo diciendo: -Si que te han contado con lujos y detalles- sonrió nuevamente y luego volvió a ser al misma de antes, con esos estropajos coloridos parecía una hippie, pero al oírla hablar no era mas que una vieja consumida por los años y los golpes de la vida. –lo odiaba, sentía asco, me repugnaba, a él solo le importaba tapar todo con dinero, envolvió el aprecio de mi familia, tapo su apariencia ante todo un pueblo, pero no logro comprar ni envolver con su dinero lo que el quería que yo sintiera. Para mi no era mas que un ser despreciable.
-¿Cómo se conocieron con Bayardo? Hay muchas versiones del hecho.
-La versión mas popular es la mas cierta… fue en aquella maldita feria… en esa bendita fiesta patria- me hablaba situándose en el tiempo y sentí en su voz algo de rencor acumulado en algún rincón de su alma.- por ser hija de quien era me pusieron a cantar las rifas y ahí estaba él, erguido y presumido como siempre, esa misma noche me regalo la ortofónica que compro en la rifa, o mas que se gano por haber comprado todos los números de la rifa. Después de casi veinte años de aquel día le pregunte como sabia que era mi cumpleaños y dejando su nueva humildad de lado, volvió a ser el mismo y me contesto “en ese pueblo todo era fácil de saber”. Nunca más volvimos a hablar del tema.
-¿Por qué estabas tan resignada ante tu futura boda? ¿Por qué te daba igual su Bayardo san Román sabia o no acerca de tu virginidad? ¿Qué pensabas la noche de tu boda, o después de ella?
Por momentos sentí que iba a llorar pero solo trago saliva y me dijo: -Solo quería que esa noche pasara rápido, no sentía ningún afecto por Bayardo, me daba igual lo que él pensaba, me sentía una marioneta, sin movilidad propia, estaba sin fuerzas, ya no tenia aliento para decirle a nadie, ni mucho menos a Bayardo, que no quería en absoluto lo que estaba viviendo, solo tenia que conformarme con saber que esa boda le hacia “bien” a mi familia, solo eso y nada mas. Cuando Bayardo comenzó a golpearme sentí alivio porque imagine que moriría en ese momento, cuando me llevo a mi casa, en ese mismo instante, fue cuando deje de sentir, no pensé en Bayardo y no me acorde de Santiago.
-¿Crees cierta la frase de Bayardo: “andaba de pueblo en pueblo buscando con quien casarme”?
-cuando se lo pregunte dijo que realmente había sido así, pero siempre sentí que eran otros sus motivos, que no tenia que ver con el casorio ni nada de eso, cuando lo conocí sentí que huía de algo o de alguien, pero después de tantos años solo me dedique a pensar que era a mi a quien buscaba.
-¿Cómo ha sido tu vida después de la muerte de Santiago?
Durante su respuesta no aparto su mirada de mis ojos, tal vez acudió a un mecanismo de defensa, pero por las dudas no quise averiguarlo.
-Santiago ya no estaba, el resto ya lo sabes, pero no te guíes por lo que dicen, aunque hay algo muy cierto: cuando mis hermanos mataron a Santiago mi honor volvió a ser mío.
 -¿No crees que fue demasiado raro o sospechoso que Luisa Santiaga teniendo presagios no supo lo que iba a suceder con Santiago?
Suspiro y dijo: -Fueron tantas las coincidencias que todas dejaron de serlo cuando Santiago murió. Dejaron de serlo por que él debía morir, de un modo u otro. Todos sabían y nadie hizo nada, cuando lo buscaron para impedir “la tragedia”, nadie lo encontró, cuando lo encontraron nadie le aviso, cuando le avisaron él no reaccionó, cuando reacciono fue tarde, demasiado tarde… ese día él tenia que morir.
En ese momento sentí frio por todo el cuerpo pero trate de que no se notara. No me gusta el café pero decidí no desperdiciarlo y aunque cuando lo tome ya estaba frio le dije sonriendo que estaba rico, tal vez se dio cuenta que le mentí peor pareció no importarle, yo soy escritora no actriz.
En la casa de Santiago llego un sobre esa mañana, era una carta donde la avisaban que lo iban a matar, le decían, además, los motivos y el lugar ¿supiste sobre ese hecho? ¿Quién crees que pudo haber sido la persona que intentó prevenir a Santiago?
-Me entere dos años mas tarde en uno de los tantos juicios a mis hermanos. Todo el mundo sabía, pudo haber sido cualquiera, pero nadie sabia a esa hora de la mañana. Supongo que Clotilde lo envió con alguien, quien sabe… sea quien sea el método no le resulto y sea quien sea, así se ira a la tumba con su secreto y con su conciencia.
-¿Cómo lo recuerdas a Santiago Nasar?
Luego de un silencio contesto sin importarle lo que estaba diciendo. –Lo recuerdo tal como fue, “mi autor”. Nunca derrame una sola lagrima por su muerte, nunca me vestí de negro para rendirle algún tipo de duelo.
-Hay quienes dicen que los culpables de la muerte de Santiago pudieron haber sido todos, ¿Qué piensas de ello?
-No vivo por lo que dicen los demás si no ya hubiera muerto, vivo por lo que siento y porque Dios así lo dispone. Si todos sabían y nadie hizo nada fue por que así debía ser, ese lunes Santiago Nasar debía morir. El único culpable de su muerte fue el mismo…
La mire a los ojos y le dije: -¿Santiago Nasar fue “tu autor”?
Ella mirándome sin verme me dijo: -No me arrepiento de nada de lo que hice en mi vida…

1 comentario:

  1. Revisar los acentos. Crónica, etc.
    En el nombre del blog, deberían modificar el "si" y agregarle acento.

    ResponderEliminar